Tengo fiebre, sí, así estoy cuando tengo fiebre

Odio, odio,
me odio, no odio a nadie,
a mí sí,
no soy nadie, ni nada,
ni una cosa,
no pienso, no siento,
eso duele,
no creo, sé que mentís.
Limpio el espejo empañado y te veo,
me odias, más de lo que yo me odio,
y me odias tanto que fingís quererme.
No, quererme no,
amarme.
 Me decís que me amas,
pero allí estás con tus ojos fijos en mí,
sombríos,
odiándome a cada parpadeo.
Te miro, sos una nena,
y no,
en tus ojos hay odio y te ves vieja,
como una momia,
me murmuras,
¿qué me decís?,
me volves a murmurar y
sospecho que queres que me acerque,
no lo voy a hacer,
me vas a morder,
desde ahí,
desde donde estás.
Y me mareo, me mareo y te desapareces.
Pierdo mi reflejo,
estoy sola,
¿estoy?
Me mareo,
 y lo único que quiero es vomitar y comer naranjas,
 no, no puedo comer,
me quiebro y me caigo, y vomito,
vomito mis lágrimas,
esas que no supe darle a nadie,
que las reserve,
vomito las palabras que no te dije,
porque no soy valiente,
porque no soy lo que buscas,
porque no me queres,
porque no quiero que me quieras,
porque me gusta fingir que te quiero y que quiero que me quieras,
porque tengo miedo de estar sola
y de ser grande
y no ser la nena que veo en el espejo del baño,
sino la vieja que me muestran los ojos que se reflejan,
y me agarra frío
y quiero ir me a donde haya calor
y me invitan al infierno
y solo pienso si me encontrare con vos
y si esta vez vas a ser capaz de mirarme
y regalarme una sonrisa para que pueda guardar con las otras
que me regalaste cuando no debías mirarme
y no lo hacías realmente.