Volviendo sobre mis pasos me encontré, no me reconocí, me choco verme, pero no parecía que yo no supiera que me iba a reencontrar, me sonreí.
Hacía años que me tenía abandonada, años haciendo cualquier cosa por alejarme de mí y ahora estar en frente a mí no me gustaba para nada, era fea, muy fea, era cruel, era una forra. Era yo.
No me había encontrado con una minita cualquiera, a la cual bardear luego a sus espaldas, era solo yo, no me puedo dar la espalda, no me puedo ignorar, porque en cada paso que doy quiera o no soy yo.
Pero puedo fingir ignorarme, puedo disfrazarme, puedo enmascararme y salir repartiendo sonrisas y lágrimas como si fueran reales.
Me miro fijo y me río, soy una idiota, soy mala y me gusta, soy cruel y me gusta, pienso y me gusta. Me gusta hacer lo que quiero, me gusta creer que soy un gato y andar por cualquier lado, entrar y salir cuando me plazca, dormir en una cama que no me pertenece y ronronearle a todos los que me parezcan lindos.
Me miro de reojo y me vuelvo a sonreir, ya estoy lejos de mí nuevamente, ya volví a perderme, a enmascararme, a intentar salir corriendo, a fingir que eso que me sigue es solo mi sombra y que no soy yo.
Alguien me mira y sonríe pero en este momento no quiero acercarme a ronronearle, prefiero ser un gato callejero de esos que saltan de techo en techo.
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