domingo, 16 de septiembre de 2012

Es una mezcla de culpa y angustia, vive entre mi panza y mi boca, a veces parece más grande y pesada, otras es más liviana y frágil.
Si me río, se achica, casi no existe, casi la puedo tragar; si lloro se agranda tanto que sale de mi cuerpo y me aplasta.
Todos los días debo volver a empezar, todos los días es diferente, todos los días creo querer algo diferente, y luego el vacío, ese momento en el que sé que no quiero nada, ayer tampoco ni mañana, es ese momento en el que veo como maté un día, pero sigo acá.
 Ese momento en el que te oprime el pecho esa mezcla rara y a través de tus lágrimas se escapa de tu cuerpo y te aplasta, ese momento que se transforma en insomnio y un pucho, ese momento que de la nada te agota y hace desaparecer, ese desaparecer que no fue otra cosa que sueño, ese sueño pesado que hace que pierdas de vista el mañana, ese mañana que llega sin más, ese sol que te anuncia que es un día diferente, ese diferente que puede ser mejor o peor, ese círculo vicioso que no te trae ningún avance, ese ningún avance que hace que día a día dejes de girar, dejes de moverte, ese dejar de moverte que te estanca eternamente, ese estancarse que te hace estúpido y seguramente te hace feliz.

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